MITOLOGÍA PARA NIÑOS: Hércules y los bueyes de Gerión (10º trabajo)
10º trabajo: Los bueyes de Gerión | Los 12 trabajos de Hércules | MITOLOGÍA PARA NIÑOSEuristeo miraba con orgullo la felicidad con la que su hija Admete portaba el preciado cinturón de la reina de las amazonas (aquí). Él que se había vanagloriado siempre de conceder a su amada hija todo lo que ésta había deseado, no se podía imaginar que algo le pudiese aportar tanta satisfacción a su niña. Así que tuvo una idea:
¿Por qué en lugar de pedir a Hércules tareas terriblemente complicadas pero que en realidad nada a él le aportaban, ordenaba como décimo trabajo algo que realmente él, rey de Micenas, desease tener?
Tener en sus establos el ganado del gigante Gerión.
Realmente muy poca gente había visto este ganado compuesto por bueyes y vacas rojas pues su dueño era Gerión, un gigante colosal, para muchos el ser más fuerte de la tierra cuyo cuerpo tenía unas dimensiones absolutamente desproporcionadas: era triple hasta las caderas y contaban que sus piernas soportaban tres cuerpos, seis brazos y tres cabezas… ahí es nada…
Debes conseguir traerme el ganado de Gerión pero no puedes ni comprarlo ni pedirlo.
En otras palabras Hércules debía robar el ganado a uno de los seres más terribles de la tierra.
Si dejas de enviarme flechas te prestaré mi copa para que cruces el océano.
Hércules no podía creer lo que el dios Helio le estaba ofreciendo. Ni más ni menos que su copa dorada, ésa que el sol utiliza cada noche para hacer su camino por debajo del mar y de la tierra sin que nadie le vea y así regresar a su palacio ubicado en el Oriente del mundo. Ésa gracias a la cual el sol nos sorprende cada mañana saliendo por el Este a pesar de esconderse todas las noches por el Oeste.
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Era Ortro, el terrible perro -hijo de los aún más temibles Equidna y Tifón- encargado de custodiar, junto con el pastor Euritión, el ganado de Gerión.
Rápidamente Hércules empezó a reunir el ganado y a subirlo a la copa de oro. Cuando apenas faltaban una decena, cuando todo indicaba que el décimo trabajo iba a llegar a buen puerto…
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Un ser colosal del tamaño de una montaña se estaba aproximando. De su tronco salían seis brazos del tamaño de seis árboles que culminaban en unos puños cerrados y duros como si de rocas se tratasen.
Cogió una de sus flechas envenada y la disparó.
Abatido el gigante cayó al suelo.
Iba a atraer la atención de los bandidos más famosos y peligrosos del mundo.
Hércules rompió la tapia y pudo recuperar la parte del ganado robado.
Hércules no podía creer lo que estaba viendo y no sabía qué hacer. Si corría hacia la derecha, se le escapaban por la izquierda. Si corría hacia la izquierda se iban las otras… Era absolutamente desesperante.