MI PRIMER CLÁSICO: Otro gran teatro del mundo. Brillante adaptación de Urocteatro de la obra de Calderón de la Barca.

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MI PRIMER CLÁSICO: Otro gran teatro del mundo. Brillante adaptación de Urocteatro de la obra de Calderón de la Barca.

Calderón

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Una sensación puede considerarse deliciosa cuando nos regala una sonrisa efervescente, natural y permanente, como la que produce el proyecto de UROC teatro que en estos días repone la Compañía Nacional de Teatro Clásico en el Teatro de la Comedia de Madrid. Fundada en 1985, desde los precedentes del mejor teatro de la transición, como Tábano o El Gayo VallecanoUROC  es una compañía consolidada, tanto en el inteligente lenguaje de sus creaciones y adaptaciones, como en el reconocimiento de premios y público.

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 Esta revisión resumida, o invitación al lenguaje barroco,  guiño teatral sobre los argumentos de Calderón, se incardina dentro de la iniciativa propedéutica de la Compañía Nacional de Teatro, iniciada en 2012 bajo el nombre «Mi primer Clásico», de procurar accesos de calidad, sin concesiones a la difusión sino al gusto teatral, a obras señaladas que inviten a los niños al teatro.

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Obras familiares, porque quisieran familiarizar al niño, y a la familia en el camino hasta el teatro, sus guiños, tics, el valor de la presencia real, la cercanía de los intérpretes, y los modos propios en un tiempo donde la liofilización homogénea de las pantallas digitales comienza a ser demasiado evidente y cansada. El teatro cobra valor, del mismo modo que la profesionalidad. La obra es muy divertida: utiliza todos los recursos y gags para hacer atractiva y asequible la oferta clásica; mezcla y salpimenta con naturalidad los géneros. Desde el musical, en continua venganza con la deuda Disney, a la opereta, de donde utiliza números, fórmulas y duelos vocales, sin desdeñar el pop elegante o el jazz, con el añadido de cuatro músicos reinterpretando en directo el background de la escena con brillantez.

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Al igual que la Royal Shakespeare Company, la cantera dirigida por Olga Margallo construye obras profesionales, donde los tiempos, movimientos, guiños y tramoyas toman valor, donde a las obras se les ve el cartón  y esa es la maravillosa diferencia con otras experiencias: sentimos cercano y cálido el hechizo de su fantasía, nos obliga a rellenar y a completar los huecos en la interpretación. El teatro es siempre participación, ilusión, magia, sonrisa. Sí, es cierto que cuando aplaudimos junto a los actores al final de la obra, quiere decir que hemos participado de ella, en ella, aunque sólo sea disfrutándola.

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La representación de esta mezcla de sabores calderonianos es sencillamente deliciosa. Por la profesionalidad -tantas veces invisible- en el manejo del tempo y los tiempos, en donde los 80 minutos se hacen cortos. La tremenda simpatía del elenco, que nos identifica y hace participar con el afecto. Profesionalidad también en el uso de las voces, magnífica en el caso de Celia Vergara y de ese coro a la manera del musical Hércules que componen las musas. Magnifica también la recitación clásica -y el canto- de los actores con mayor vis clásica, encabezados por el dramaturgo Muñoz de Mesa y por un mundano Iván Villanueva.

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Si la compañía se ha propuesto una divulgación atractiva de la obra de Calderón, introducidos mediante herramientas de comedia y un sano uso de los tópicos teatrales y literarios, es de agradece que lo haga de manera inteligente, atendiendo a que infantil no es sinónimo de simple, sino que introduce toda la complejidad que debe hacer del niño cómplice y que hace que los adultos, compartiendo los guiños, sonrían y aún reflexionen. Entre sonrisas, no deja de enunciarse actualizado uno de los temas centrales en la poética de Calderón, la lucha entre el libre albedrío y la determinación, que tanto puede darnos aún que especular, en relación, ni más ni menos, con la justicia del mundo.

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Qué mejor mensaje abierto por una sonrisa, para un niño, que la indicación de que es posible intervenir en la construcción del mundo, dirigirlo como un sueño, proyectarlo desde una sonrisa. La obra declara el valor universal del teatro: nos ayuda a ver la representación desde fuera, detenerla y participar en sus ilusiones.

 

Si estáis por Madrid no os perdáis Otro gran teatro del mundo. Estarán en el Teatro de la Comedia hasta el 7 de enero. Os dejo una entrevista con su directora Olga Margallo.

 

 

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Miguel Ángel Ramos

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