Hoy vamos a contar la leyenda de un pájaro maravilloso de belleza sin igual. Su aspecto es el de un águila de gran tamaño y su plumaje ostenta los más bellos colores: rojo fuego, azul claro, púrpura y oro. Y aunque en muchas descripciones no se ponen de acuerdo sobre la distribución de estos colores, todos coinciden que esta fabulosa ave superaba en prestancia y belleza al más hermoso de cuantos pavos reales pudiesen existir. Aunque probablemente lo más bello de todo sea la historia que en él se encierra. Hoy vamos a hablar del Fénix.
El Fénix era un ave originaria de Etiopía y allí vive durante un periodo importante de tiempo que, como siempre, varía en cada tradición -algunos lo fijan en quinientos años, otros en mil cuatrocientos sesenta y uno y otros, incluso, en doce mil novecientos cincuenta y cuatro años-. Fechas a parte el dato trascendental de esta historia es que el Fénix es único en su especie, no existen dos Fénix que convivan en el mismo tiempo y por lo tanto la manera de reproducirse también es especial. Con el Fénix la historia de papá y mamá van a tener un bebé no funciona. Pero, lo avanzo ya, el Fénix no es un ave inmortal.
La pregunta en este punto está en bandeja. Si no se reproduce como el resto de los animales pero es mortal, es decir pasados unos años desaparece, ¿cómo consigue pervivir la especie? Pues de una manera maravillosa que merece ser contada.
Cuando el Fénix siente, tras esa cantidad de años a los que antes hacíamos alusión, que el final de su vida va a llegar, acumula plantas aromáticas, incienso, cardamomo y con todo ello fabrica un nido. Y, ¿para qué construye este nido? En este punto volvemos a ver como las tradiciones difieren: unos creen que el Fénix prende fuego a esta olorosa pira y que de sus cenizas surge un nuevo Fénix. Realmente esta es la idea que siempre hemos tenido: El Ave Fénix renace de sus propias cenizas.
La otra versión nos cuenta que el Fénix se acuesta en el nido que ha construido y que muere impregnándolo con su semen. Entonces el nuevo Ave Fénix toma el cuerpo sin vida de su padre, lo encierra en un tronco de mirra hueco y lo traslada hasta Heliópodis, en el Egipto septentrional donde lo deposita en alta mar a la espera de que los sacerdotes del dios Sol lo incineren.
Se dice que el Ave Fénix llega a esta ceremonia escoltado por una bandada de aves que le rinden honores y vuelan respetuosamente a su alrededor. Una vez alcanzado el altar del sol, el ave planea un instante en el aire, a la espera de que aparezca el sacerdote. Cuando llegado el momento éste sale del templo se cerciora con un dibujo sacado de los libros sagrados que está ante el elegido. Sólo entonces procede a quemar el cadáver del viejo fénix. Terminada la ceremonia el nuevo fénix reemprende vuelo hacia Etiopía, donde vivirá alimentándose de gotas e incienso hasta que le llegue su hora.
No extraña que haya sido y siga siendo un símbolo del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego, de la purificación, y la inmortalidad. Un ave que muere para renacer con toda su gloria.