ARTE en familia desde casa: ¿Pintamos fauvista?

MATERIAL para imprimir y hacer el taller desde tu casa:

 

Hoy en esta tercera entrega de arte en familia desde el salón os proponemos descubrir el fauvismo y como es nuestra norma lo vamos hacer jugando, viajando y creando un maravilloso cuadro fauvista. Comenzamos

Tras el éxito de Picasso vamos a volver a llenar nuestros salones de cuadros. En esta ocasión las obras que hemos elegido fueron pintadas por varios autores que entre 1904 y 1908 tuvieron gustos, objetivos e intereses comunes.  Sus nombres, Henry Matisse, André Derain y Maurice de Vlaminck  y lo primero que os propongo es que veamos sus cuadros y me digáis que han pintado: una casa, un coche, una montaña, un frutero…

 

 

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Fácil, ¿verdad?. En los nueve cuadros seleccionados tenemos dos señoras, una ventana, barcas, casas, varios puentes, vistas desde la playa. ¿Me he olvidado de algo? Perfecto. Pues bien, igual que pasaba con los cuadros de Picasso, en los que reconocíamos enseguida que eran retratos de chicas pero esos retratos estaban pintados de un modo diferente, raro, a la manera cubista como descubrimos la pasada semana, todos los cuadros que hoy hemos elegido también tiene algo en común que sorprende, que los hace diferentes e innovadores para la época en la que fueron pintados y que hizo que sus creadores (Matisse, Derain, Vlamick, Dufy  fueran considerados) fauves. La verdad que muy bien no suena esta palabra. ¿Qué creéis que puede significar llamarle a alguien fauve? ¿Qué puede querer expresar cuando le dices a alguien: Eres un fauvista?

Pues fauve en francés significa fiera, salvaje, casi casi locos. Os imagináis por dónde va ir nuestra búsqueda de hoy, ¿verdad? Tenemos que descubrir qué pueden tener de locos y salvajes estos cuadros en los que están pintados puentes, mujeres o ventanas para que a sus creadores les llamen así.  ¿Se os ocurre? Seguro que un viaje en el tiempo nos ayuda.

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Estamos en París en 1905, en un lugar que muchos de vosotros conocéis y no es Disneyland París. Son los Campos Elíseos y aquí cerquita del Arco de triunfo y de la Torre Eifell se encuentra Le Grand Palais, un maravilloso edificio que en octubre de 1905 acogía el Salón de Otoño, algo así como Eurovisión para los cantantes o las Olimpiadas para un deportista,  una de las citas ineludibles si uno era un joven artista que deseaba ser tomado en cuenta en este París de la primera década del s. XX.

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Era la tercera edición de este Salón de Otoño y el jurado que elegía las obras que se iban a exponer, decidió ese año primar la originalidad. En total se expusieron más de 1600 obras distribuidas en 18 salas y fueron ordenadas en función del impacto, de la sorpresa que esa originalidad pudiera tener en los visitantes.

El recorrido comenzaba en el vestíbulo con esculturas del gran Rodin, alguien absolutamente consagrado en esta época.  De allí se pasaba a la sala I, la de los ilustres con Cézanne y Renoir, a la cabeza. En la III sala se encontraban otros artistas de fama consolidada como: Vuillard, Bonnard, Vallotton o Roussel. La IV y la V tenían retrospectivas de Ingres y Manet. Había varias salas que reunían obras de artistas extranjeros como  Kandinsky, Czóbel o Jawlensky. E intentando hacerla pasar lo más desapercibida posible, estaba la VII sala en la que se había decidido colocar las obras de un grupo de jóvenes demasiado vanguardistas para algunos, incoherentes para otros a los que debido a varios apoyos en el comité seleccionador y  esa originalidad a la que habían decidido dar cabida, la directiva no había sido capaz de rechazar pero a los que tampoco querían dar demasiada importancia.

Sus cuadros, de brillantes y llamativos colores estaban colgados por orden alfabético rodeando a dos obras de Albert Marque, un escultor francés, hoy en día más recordado por sus muñecas, pero que en 1905 estaba especializado en esculturas de niños realizadas de manera  muy tradicional.

Busto de Albert Marque

 

Por allí pasó mucha gente con opiniones muy diferentes pero en lo que todos coincidían era que la mayor novedad, la mayor sorpresa de la exposición  llegaba precisamente cuando uno entraba en la séptima sala. Una sorpresa no muy bien recibida por todo el mundo en especial por un sector de la crítica que consideró que los cuadros allí colgados eran desagradables, torpes, como si los hubiese hecho un niño. Y cuando uno de estos críticos de nombre Vauxcelles tuvo que relatar, en el suplemento para el que escribía, qué le habían parecido las pinturas que se encontraban en esa polémica Sala VII no se le ocurrió mejor idea que dar cuenta de su disconformidad diciendo que las maravillosas esculturas de Albert Marque se encontraban en medio de una fiesta una orgía de tonos puros como un Donatello entre salvajes.

En el centro de la sala vemos un torso infantil y un pequeño busto de mármol modelado con delicada ciencia por Albert Marque. El candor de estos bustos sorprende en medio de la orgía de tonos puros como un Donatello entre salvajes.
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Los salvajes, los autores de estos cuadros tan controvertidos no eran otros que Matisse, Dufy, Derain o Vlaminck y las obras que recieron semejantes críticas son esas que pueblan nuestro salón desde el comienzo.
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A ninguno de ellos le importaron lo más mínimo las críticas, es más éstas les sirvieron para reafirmar sus ideas y sus búsquedas. Louis Vauxcelles había otorgado,  sin quererlo  exactamente igual que hizo con el cubismo, nombre a una de las primeras vanguardias artísticas del s. XX: EL FAUVISMO, el arte de las fieras.
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Nos convertimos en DETECTIVES de CUADROS

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Y ahora sí, conociendo mucho más sobre el origen de la palabrita,  tenemos que dar respuesta a nuestra primera pregunta: ¿qué pudo sorprender  tanto al bueno de Louis Vauxcelles en los cuadros de estos jóvenes para calificarlos como salvajes? Y la vamos a contestar, como siempre, conviertiéndonos en detectives de cuadros.¿No sabéis qué es esto de ser detectives de cuadros? Pues para aquellos que nos veis por primera vez lo volvemos a contar.

En los talleres presenciales de RZ100arte  solemos convertirnos en detectives con la intención de dar respuesta a un enigma, a una pregunta con la que comenzamos el taller. Y eso es lo que vamos hacer en este momento.

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Como sois detectives necesitáis pistas y yo os las voy a dar. Realmente estas pistas son fragmentos de los nueve cuadros  con los que hemos comenzado este post y que encontraréis recogidos en un programa que podéis descargaros pinchando aquí. Además del programa para poder jugar a este peculiar buscando a Wally aunque hoy deberíamos llamarlo buscando a las fieras tenéis que tener un boli o un lápiz, nosotros lo solemos hacer pengando gomets de colores.  Da igual qué utilicéis, simplemente necesitáis algo que os sirva para marcar en el programa cada vez que localicéis uno de los fragmentos en los nueve cuadros que pueblan vuestro salón.

Como siempre recalco, es muy importante que no solo localicéis. Cuando encontréis el fragmento debéis pensar qué es: un montaña, un barco, un coche, una casa, el cielo… pero sobre todo debéis pensar qué tiene de diferente, qué se sale de lo normal en ese fragmento para que el bueno de Vauxcelles pensará que pintaban como fieras.

Ahora sí programa, boli y pauta en la cabeza tenéis cinco minutos para encontrar todas las pisas y dar respuesta a las preguntas de hoy: ¿Qué es diferente en estos cuadros para que les llamen salvajes, locos? y cuando deis respuesta a la primera debeis pensar ¿si créis que esa nueva manera de pintar es fruto de una locura, una salvajada o por el contrario tiene una lógica que esos críticos no supieron entender?

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La japonesa al borde del agua, Henry Matisse (1905)

 

Henry Matisse, Retrato de Andre Derain, 1905

 
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COLOR, COLOR y más COLOR

 

¿Qué tal? ¿Habéis podido contestar a alguna de las dos preguntas? A la primera seguro que sí. Pero por si todavía queda alguna duda vamos a mirar juntos dos de los cuadros con los que hemos comenzado, en concreto las dos vistas que tenemos de El puente de Charing Cross. La primera de ellas tomada desde la curva del muelle Victoria, la segunda, acercándonos al puente desde la orilla izquierda del Támesis y me tenéis que definir en una palabra lo que en estos cuadro sorprende, lo que es diferente de cómo sería este trocito de la ciudad de Londres con el río Tamesis como protagonista, si estuviesemos allí, fuese 1905 y sacasemos una foto.

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Estoy segura que el 99% de todos vosotros me dirá algo relacionado con el color. Y es que ésta es la primera cosa que llama poderosamente la atención y atrapa cuando uno ve cuadros fauvistas. Todos están pintados con colores muy brillantes, puros, sin mezclar, para algunos incluso violentos para la vista pero sobre todo estos colores están utilizados de una manera subjetiva y personal. ¿Qué significa esto? Los fauvistas no van a copiar los colores de la naturaleza como si sacasen una foto, sus árboles no van a tener las hojas verdes ni los troncos marrones, sus cielos, sus ríos no tienen porque ser azules.

Si volvemos a fijarnos en la primera de las vistas de El puente de Charing Cross vemos que Derain ha utilizado una paleta muy reducida de colores puros para representar a los árboles como una totalidad roja, el cielo y el río Tamesis una gran mancha amarilla en la que el movimiento viene de la pincelada, el puente y los edificios, Parlamento incluido, una sombra azul y la calzada como una gran curva verde sobre la que unos coches azules deformados imprimen velocidad. Creo que es un estupendo ejemplo para entender que aunque las pinturas fauvistas sigan representando temas muy convencionales –casas, puentes, señoras, ríos con barcas atracadas- su manera de representarlo no es nada convencional porque pese a ser una pintura figurativa en la que podemos reconocer perfectamente todo lo pintado no es en absoluto naturalista.

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Derain, El puente de Londres (1905)

 

Los fauvistas utilizan el color de una manera libre, subjetiva y personal (como hemos indicado antes)  seleccionándolo no como captura realista de la naturaleza, como haría una foto, sino en virtud de la fuerza expresiva que producen sus contrastes cromáticos, es decir en virtud de la fuerza expresiva que genera la manera en la que mezclan los colores en sus cuadros.  Una utilización del color, que para algunos como el crítico francés Vauxcelles era antinatural, propio de salvajes, de locos pero sobre la que tal vez se esconda alguna lógica. ¿Se os ocurre cuál puede ser? Si lo habéis adivinado habéis dado repuesta a la segunda de las preguntas. ¿Su manera de pintar es fruto de una locura, una salvajada o por el contrario tiene una lógica que esos críticos no supieron entender?  Desde ahora os digo que no se trata de una locura sin sentido sino que en su elección hay un plan perfectamente planeado que nos toca adivinar.

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Raoul Dufy: Barcas en Martigues, 1908

 

Henry Matisse: Vista de Coilloure, 1906.

 

Teoría del color: colores primarios, secundarios y complementarios.

 

Para descubrirlo vamos a seguir jugando, esta vez con los colores, y vamos a convertir vuestro salón en un laboratorio de color. Para ello necesitaréis

 

  • Una superficie sobre la que poder mezclar (cartón, plato, paleta…. Lo que tengáis a mano)
  • Temperas de color rojo, azul y amarillo
  • Si podéis imprimir el siguiente archivo: rueda de color

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¿Alguien me puede decir por qué habré elegido las temperas de estos colores? Estoy convencida de que sí, porque en cole os lo habrán contado muchas veces, incluso de manera insistente: estos son los colores primarios, aunque si alguno tiene entre 4 y 6 años y ha venido a nuestros talleres presenciales tal vez los recuerde como a los reyes de los colores. ¿Por qué les llamamos así? Porque son los colores básicos, puros que no se pueden producir a partir de la mezcla de ningún color pero que mezclándolos entre ellos podemos obtener el resto de colores.

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Pues vamos a ponernos  manos a la obra y vamos a descubrir, o recordar para aquel que ya se lo sepa, qué colores surgen cuando los mezclamos entre ellos.

  • rojo + amarillo = naranja;
  • rojo + azul = violeta;
  • azul + amarillo = verde.

 

 

Y a estos tres nuevos colores les vamos a llamar colores secundarios

 

 

 

Perfecto pero para acabar de descubrir qué pasa en esos cuadros fauvistas, qué lógica cromática  está implícita en sus cuadros nos quedaría aclarar que la relación entre un color primario y un secundario no siempre es igual. ¿Qué significa esto? Pues que no hay la misma armonía, no se ve igual de bonito y brillante el azul si lo ponemos al lado del naranja que si lo ponemos al lado del morado. El azul al lado del morado  apagado, triste en cambio si lo ponemos al lado del morado se va a ver absolutamente vibrante. ¿Por qué? Pues porque cada primario tienen su secundario idílico, que es con el que produce mayor contraste de tono. Sería algo así como su mejor amigo, con el que mejor se lo pasa pero dos amigos muy diferentes que  juntos son invencibles, juntos se ven muchísimo más guapos, más brillantes… en definitiva se complementan. De ahí su nombre complementarios.
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Y, ¿cómo sabemos cuál es complementario de cada primario? En el cole siempre os lo van a explicar con el círculo cromático, también conocido como círculo de colores, rueda de color o rueda cromática, que no es sino una representación gráfica bidimensional y ordenada, de la relación de armonía y contraste entre tres colores primarios y los secundarios en el caso de que el círculo emplee seis colores o  primarios.

 

 

Círculo cromático

 

Si os parece antes de deciros cuales son los colores complementarios os explico el orden concreto que debemos seguir para construir un círculo cromático. Los tres colores primarios deben situarse a la misma distancia entre sí dentro del círculo formando un triángulo equilátero colocando normalmente el amarillo en lo más alto de la rueda. Los colores secundarios los colocaremos en el hueco, en el segmento intermedio dejado por los dos colores primarios que son necesarios para su mezcla.

 

 

Y ahora con todos los colores perfectamente colocados sí que podemos deducir cuáles son las parejas de colores complementarios, simplemente tenemos que trazar líneas rectas que pasen por el centro. Realmente lo importante de esto es que  los colores complementarios que no son sino los que producen el mayor contraste de tono con respecto a su opuesto.

 

 

Explicado los colores primarios, secundarios y complementarios y antes de volver a mirar cuadros os dejo un experimento muy sencillo que prueba el efecto complementario de los colores. Si fijamos la mirada en una superficie de un color plano y saturado (algo muy rojo, muy azul o muy naranja) durante al menos treinta segundos y a continuación miramos una superficie blanca plana como pueda ser un folio o una pared veremos una ilusión óptica con la misma  forma pero en su color complementario que se produce para compensar la fatiga ocular.



Los papeles cambian

Si volvemos a mirar cada uno de los cuadros con los que hemos ido ilustrando este artículo nos daremos cuenta que su empleo del color se basa principalemente en la utilización de estas relaciones.

 

Derain, Mujer con camisa, bailarina, 1906.

 

Los pintores fauvistas reaccionan de forma radical sobre los postulados impresionistas. Los fauvistas niegan que el objeto principal de la pintura sea la luz, para ellos es el color. Un color que tiene existencia por sí mismo. Es el color el que compone el cuadro, en sus cuadros deja de tener importancia el encuadre, la perspectiva, la luz, la sombra o el volumen. Solo el color importa pero para que los colores harmonicen hará falta dibujar, marcar con negro el contorno de las figuras señalando con las fronteras entre unos y otros.

 

Por primera vez en la historia de la pintura es el color quien dirige, grandes manchas de color elegidas por sus contrastes cromáticos. El dibujo es utilizado como arquitectura, como ayuda para definir el espacio de cada color.

 

Henry Matisse: La danza (1909-1910)

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Pintemos fauvista.

Como siempre me gusta acabar con alguna propuesta para que todo esto podáis llevarlo a la práctica con vuestros chavales. Os propongo unas cuantas posibilidades

 

  •  Antes de trabajar cualquier estilo y de hablar sobre él yo pongo en contacto a los chavales con las obras y hablamos, o mejor hablan (cuanto menos guía por mi parte mejor) de lo que hay en esos cuadros, lo que les sorprende, lo que les gusta o no les gusta…
  • En el caso del fauvismo tras el debate y, como el que no quiere la cosa, pasamos a investigar  sobre  las nociones mínimas de la teoría del color que hemos avanzado arriba. Les hablo de los colores primarios y a partir de ahí comienzan a investigar por su cuenta hasta que ellos descubren los secundarios. Esta parte les fascina: es como mágico descubrir que se puede hacer tanto con solo tres colores.
  • Tras jugar, experimentar, definir el círculo cromático, adivinar cuáles son los colores complementarios… todo lo que se os ocurra estará estupendo: volvemos a ver los mismos cuadros con los que habíamos comenzado la clase y comenzamos a darnos cuenta que esa libertad en la utilización del color tal vez tenga que ver con las relaciones entre los colores primarios y secundarios.
  • Aclarado el uso del color por parte de este grupo acabamos la clase poniéndonos manos a la obra y convirtiéndonos en auténticos fauvistas. Esto lo podéis hacer de muchas maneras pero una posible es lanzar la siguiente pregunta ¿cómo pintaría esto un fauvista? Os dejo un estupendo ejemplo que me he encontrado en la red (aquí).
Foto del paisaje original
Mismo paisaje visto por un fauvista
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