MÚSICA CLÁSICA PARA NIÑOS: El Cascanueces de Tchaikovsky (2º parte)
40 obras de música clásica que todo niño debería conocer | Chaikovski, Piort I | El Cascanueces | MÚSICA CLÁSICA PARA NIÑOS | Obras de música clásica que todo niño debería conocerVolvemos a abrir nuestro auditorio, por segunda vez esta semana, para continuar hablando de El Cascanueces, el ballet más conocido del compositor ruso P. I. Tchaikovsky.
Antes de seguir avanzando, recordar únicamente que en el primer post hablamos de cómo se gestó este ballet basado en un cuento de Hoffmann titulado El Cascanueces y el rey de los ratones, y como Tchaikovsky desde el primer momento, mientras componía el propio ballet, creó con la misma música una suite para orquesta. Para aquellos que no habéis leído el post anterior, pinchando aquí, si os apetece e interesa, podéis acceder a él. Para los que sí, únicamente recordaros que hoy vamos a analizar un poco más profundamente dos números de los ocho que componen la suite del ballet El Cascanueces para mostraros maneras atractivas e instructivas de presentárselos a vuestros hijos, alumnos, nietos… niños en general.
El hecho de que Tchaikovsky crease miniaturas independientes referidas a diferentes personajes y danzas nos da mucho juego, pues la brevedad, la concisión y la variedad que encontramos en esta música la hace perfecta para lograr importantes niveles de concentración en el niño que no siempre es fácil. Además a ello le tenemos que sumar, como ya comentamos en el otro post, que tenemos un material de primera, de fácil acceso, en la versión que hizo Disney en Fantasía.
Como os figuráis son muchas las cosas que podríamos trabajar a partir de estas piezas. Hoy me voy a centrar en dos ideas: la primera relacionada con la forma musical y la segunda con la textura.
Por textura en música entendemos la manera en que en una composición se combinan los distintos materiales melódicos, rítmicos o armónicos, la manera en la que se relacionan las distintas voces -entendiendo por voces las líneas melódicas sean éstas interpretadas tanto vocalmente o, como en el caso de El Cascanueces, por instrumentos-. Obviamente a un niño de cinco, siete, ocho u once años no se lo voy a introducir de una manera tan técnica, probablemente lo que le diría es que la música, como una tela, está formada de muchos hilos y que lo que vamos a hacer es intentar adivinar, intentar buscar todos los hilos, todas las líneas melódicas que hay en esa música y cómo se mezclan entre ellos.
Pero para poder buscar algo primero tendremos que escuchar. La pieza elegida es la Danza china de este Cascanueces de Tchaikovsky y la versión la de Disney.
Realmente china, china no parece ¿verdad? Lo que tenemos es un danza muy vital y llena de humor. Y ¿cómo conseguiremos que el niño discierna las distintas líneas melódicas? Pues muy sencillo guiándole mediante preguntas. Pero vayamos paso a paso.
Lo primero que yo haría es volver a escuchar la música, pero en esta segunda vuelta no la Danza China completa, únicamente los primeros 0’04 min. Creo que no mostrarle ni un segundo más es importante porque no quiero que nada distraiga su concentración, no quiero que escuche otras voces, quiero que se concentre únicamente en el fagot.
Aislado el material sonoro, preguntaría: ¿qué es lo que habéis escuchado? ¿me lo podéis cantar? y cuando me lo canten, seguiría preguntando, ¿qué instrumento lo toca? Si lo saben perfecto, si no, les ayudamos y les decimos que es un fagot, el abuelito de la orquesta y volvemos a escucharlo para que lo reconozcan. Una vez reconocido toca seguir el hilo, toca escuchar toda la pieza pero intentando concentrarnos en esa voz, en la voz del fagot. No nos importan lo que hacen los demás instrumentos, en este momento nos importa lo que hace el fagot.
Y lo vais siguiendo con el niño, moviendo los labios al mismo ritmo, con percusiones corporales muy pianito y el niño se dará cuenta que el fagot está presente en toda la pieza y que siempre toca exactamente lo mismo. Una vez reconocido puede ser el momento de decirle o no, vosotros lo veis, que cuando en música una idea se mantiene inalterable durante mucho tiempo le llamamos ostinato.
Escuchado el fagot y comprendida la idea de ostinato sería un buen momento para reconocer y localizar el resto de las voces. Lo haríamos igual, escuchando y preguntando: ¿qué más instrumentos tenemos en esta pieza a parte del fagot? Si nos lo dicen perfecto y si no, como siempre les ayudamos. Así llegaremos a reconocer las flautas y la cuerda y seguiremos sus intervenciones a lo largo de la pieza. Si estamos en una clase podemos dividirla en tres grupos: unos pueden ser el fagot y martillean en la mesa muy piano su ritmo; otros serán las flautas y cada vez que las escuchen tienen que hacer una acción, la que queraís, levantar la mano, tocarse la nariz… y el tercer grupo será la cuerda y al igual que con el resto realizan una acción cada vez que aparezcan. Si estáis solo con un niño el juego puede ser incluso más divertido pues será el quien tenga que discernir y hacer cada una de las acciones a su tiempo.
Reconocidas las líneas principales, -obviamente a partir del min 0’38 pasan más cosas de las que luego hablaremos– lo que toca es preguntar si todos estos hilos, todas estas líneas melódicas que conforman la pieza tienen la misma función o por el contrario unas sirven de sostén -lo podríamos comparar con los cimientos de una casa sobre los que se construyen los distintos pisos- frente a otras más líricas que cantan, que hacen la melodía. La respuesta sencilla: el fagot con su ostinato hace esa función de sostén, realmente solemos decir que hace de bajo y las flautas y la cuerda son las encargadas de tocar la melodía.
Una melodía que es un diálogo entre flauta y flautín y la cuerda, pero un diálogo que en un momento se torna en discusión. ¿Cómo lo sabemos? Pues porque con la música pasa igual que con una conversación, uno puede esperar su turno para hablar y escuchar al compañero o uno puede querer imponer su idea, no escuchar al otro e incluso ser mal educados y hablar todos al mismo tiempo. Si os fijáis, al principio las apariciones de las flautas y la cuerda se producen de una manera ordenada, cada uno exponiendo sus ideas, podríamos decir que la flauta hace una pregunta y que la cuerda en pizzicato -pizzicatto significa tocada con el dedo no con el arco como si se tratase de una guitarra- le contesta pero conforme vamos llegando al final la cosa se acalora y todos hablan, todos tocan a la vez y no solo las flautas y la cuerda, sino que empieza a opinar más gente, más instrumentos.
Y es que a partir del min. 0’38 la textura se complica con la aparición de otros instrumentos, con la aparición de nuevas líneas; por una parte los clarinetes nos van a tocar una línea de arpegios en semicorcheas; por otra parte el corno reforzará el bajo y el carillón a las flautas. Pero adivinar esto ya sería para nota, yo me quedaría más que satisfecha con supieran discernir todo lo que antes hemos hablado y que se dieran cuanta que a partir del min. 0’38 la trama, la textura se complica por la aparición de nuevas líneas y de alguna que otra idea melódica diferente.
Se me olvidaba no sabemos quien gana la discusión, lo que sí es que la que más chilla, a la que más oímos es a la flauta que parecen que tienen mucho interés en imponer su criterio.
Como siempre y en especial cuando os hablo de música me enrollo más de lo que debo y eso que hoy la pieza solamente duraba un minuto. La segunda de las ideas de la que quería hablar hacía referencia a la forma musical, pero lo dejo para otra ocasión. Se trataba de comparar dos piecitas la que hemos escuchado, que podemos decir que tiene una forma binaria, A A’ y la Danza de las flautas que es ternaria y puesta en letras quedaría ABA’. Lo dejo pendiente, no se si lo haré con un tercer post sobre El Cascanueces o presentando otra obra, pero hablaremos de una manera sencilla de todo ello. Para despedirnos os dejo la Danza de las flautas.