¿PINTAMOS LA MÚSICA? Una propuesta para acercar la MÚSICA CLÁSICA a los NIÑOS
40 obras de música clásica que todo niño debería conocer | Cuadros de una exposición | MÚSICA CLÁSICA PARA NIÑOS | Mussorgski
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En 1874 Modest Mussorgski compuso Cuadros de una exposición, una obra de música programática, estructurada como una suite de quince piezas independientes en la que los sonidos nos evocan imágenes, concretamente nos pintan diez cuadros del pintor y arquitecto ruso Viktor Hartmann. Un material maravilloso para trabajar con nuestros chavales, del que ya os he hablado en otras ocasiones (aquí) y con el que concluí el ciclo de talleres titulado Historias contadas con música –Historias terroríficas contadas con música (aquí) fue otra de las sesiones- que he tenido el placer de impartir en Las Bibliotecas Municipales de las Rozas durante el pasado mes de octubre intentado acercar, de una manera amena y divertida, la música clásica a los niños de las Rozas.
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Os cuento la secuencia de este taller tan sinestético que tuvo como resultado final asistir a nuestra propia exposición de cuadros guiados por la música de Modest Mussorgski. Espero que os guste y os sirva.
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Pintar con sonidos.
Comencé el taller explicándoles que hacía casi 150 años un compositor ruso llamado Modest Mussorgski había compuesto una obra con la que quiso pintar con sonidos los 10 cuadros que más le habían impresionado de una exposición realizada en honor a su amigo el pintor y arquitecto Viktor Hartmann. Por la clase teníamos colgados algunos de los cuadros de Hartmann. La cuestión estaba en que debíamos descubrir la manera en la que la música de Mussorgski y los cuadros de Hartmann estaban relacionados. Teníamos que intentar encontrar las analogías que existían entre ellos. Más sencillo, debíamos adivinar qué cuadro de los colgados en la sala estaba descrito en cada una de las piezas de música que yo había seleccionado y cómo había pintado Mussorgski esas imágenes con sonidos.
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Poco a poco, número a número a base de preguntas, juegos, bailes… fuimos descubriendo la historia que se escondía detrás de cada una de las piezas de Mussorgski y, lo que es más importante, fueron viendo los recursos musicales que utilizaba el compositor para evocar lo pintado. Desde los juegos de intensidad utilizados en Bydlo que nos hacen tener la sensación de que ese carro tirado por bueyes se acerca y se aleja de nosotros, a la soberbia elección de los carácteres de las melodías y la utilización de la tesitura que encontramos en Samuel Goldenberg y Schmuyle en donde nos cuesta muy poco imaginar que estamos antes dos judíos, uno rico y otro pobre, que entablan una discusión acalorada que es ganada por el rico. (Pinchad aquí si queréis conocer qué describe cada cuadro y cómo lo evoca la música).
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Al comienzo del taller les había dado un folio que contenía miniaturas de cada uno de los cuadros de Hartmann. Una hoja a la que volvíamos cada vez que descubríamos una relación pintura- música poniendo el título de la pieza de Mussorgsky al cuadro y algún rasgo, alguna característica de la música que nos ayudaría a recordar la manera en que estaba evocada la pintura. Una hoja que aunque ellos todavía lo desconocían iba a tener gran protagonismo al final del taller pues se convertiría en nuestra chuleta, en nuestro programa de la exposición.
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Creamos nuestros cuadros
Desde que comencé a preparar este taller y dado que la sala en la que se iba a impartir tenía unas dimensiones considerables que lo permitían, tuve claro que la manera más atractiva de acercar esta obra a unos chavales de edades comprendidas entre los 6 y los 10 años era organizar nuestra propia exposición.
Una exposición en la que me hubiese encantado colgar únicamente obras realizadas por nosotros a partir de la música de Mussorgski, pero al ser un taller de una única sesión esto era inviable. Así que que puestos a seleccionar las piezas de música sobre las que hacer nuestra correspondencia plástica decidí optar por aquellas que el paso del tiempo nos había dejado sin referencias originales. Y es que de los diez cuadros de Viktor Hartmann que inspiraron a Mussorgski únicamente nos han llegado seis, esos que desde principio del taller teníamos colgados en las paredes -alguno más, todo hay que decir, también había colgado- y nos estaban sirviendo de guías. Ahora nos tocaba a nosotros crear alguno de los que nos faltaba. Por cuestiones de tiempo pintamos únicamente dos: El Viejo Castillo y El Mercado de Limoges.
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Los originales que nos han llegado
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- El mercado de Limoges
La primera música que pintamos fue El mercado de Limoges. Lo hicimos sin darles ninguna referencia que les condicionase, ni tan siquiera el título. Directamente, sin información alguna, les puse la música y les hice tres preguntas que debían responderme cuando concluyese la pieza: ¿Era una música rápida o lenta? ¿Triste o alegre? ¿Pasaban muchas cosas o pocas? Todos llegaron a la misma idea: era una pieza rápida, alegre y con mucho movimiento.
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Con esta imagen sonora en la cabeza les dimos un papel A3, lo del tamaño es importante para que sus movimientos tuviesen amplitud, y durante diez minutos (escucharon la pieza cinco veces) pintaron lo que el ritmo y el color de la música les sugería.
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El ejercicio funcionaría bastante parecido con Tullerías, otra pieza de la que no nos ha llegado el original.
- Pintamos con tijeras.
La segunda pieza musical de la que ellos hicieron su versión plástica fue El viejo Castillo. En este caso antes de ponerse a crear les hablé del cuadro de Hartmann y de la historia que Mussorgski había querido evocar con la música y previo paso al papel les hice identificar esa melodía con la que comienza la música, a cargo de un fagot que lleno de nostalgia nos evoca un castillo del medievo en cuya puerta se encuentra un trovador (saxofón, 0’26 min) narrándonos sus andanzas.
La pauta en esta ocasión fue crear con tijeras y el resultado no pudo gustarme más.
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Nos vamos de exposición
Fue un taller francamente divertido pero probablemente donde más disfrutaron fue en la parte final que convertimos en un juego musical.
Conn los diez cuadros colgados en la sala, los propios y la reproducción de los originales que nos han llegado de Victor Hartmann, en el orden que nos dio la gana y acabado el programa de mano que habíamos ido completando a lo largo de toda la sesión nos fuimos a la puerta para comenzar nuestra visita con Mussorgski como cicerone.
Se me olvidaba, antes les había contado que además de todo lo que habíamos escuchado, Mussorgski había escrito otro número que se llamaba Paseo – realmente escribió cinco Paseos, el que abre la obra y cuatro variaciones sobre él que van mezclando entre los números musicales que hacen referencia a los cuadros de Hartmann, de ahí la estructura en 15 números independientes de la que os hablababa al comenzar este post- y que lo que se nos evocaba en ese Paseo era el momento en el que en una exposición deambulas por la sala, el caminar de un cuadro a otro comentando tus impresiones o reflexionando sobre lo contemplado.
Ahora sí con todos los datos en la cabeza comenzó nuestra visita guiados por Mussorgski. ¿Cómo nos guió? Pues muy sencillo, con su música.
El juego musical consistía en que ellos no elegían qué cuadro contemplar sino que era la música la que les decía sobre qué cuadro debían detenerse. Todo un ejercicio de memoria, atención y reconocimiento musical con el que ellos disfrutaron mucho y a mí me sorpredieron todavía un poco más. Para que la cosa tuviese emoción de vez en cuando sonaba el Paseo y en ese momento en lugar de dirigirnos a un cuadro y describir las características musicales por las que lo habían reconocido, simplemente deambulábamos muy elegantes por la sala.
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Espero que os guste y alguno le sirva.
